Sincretismo cultural


Sincretismo cultural en las zonas más conocidas
del centro de Quito



Quito, ‘la carita de Dios’, la altiva capital del Ecuador, desde su fundación en 1534, se constituyó como la provincia más fuerte de nuestro país. Sus paredes, calles, iglesias, parques y demás, esconden más de una historia, miles para ser específicos. Mucho se habla de la gratitud hacia la colonización. De esa apropiación cultural española, que los incas, quitus y en general nuestros antepasados adaptaron por obligación, pero también se debe hablar de la ciudad inca, del poderoso bagaje cultural, de aquellos indígenas que, entre toda la presión de aquellos colonizadores, lograron impregnar en varias calles de Quito, la viva imagen de la cultura indígena.

En la llegada de los españoles a Quito, no solo cambió ciertas costumbres, cambió absolutamente todo, la vida de miles de incas, tuvo un giro histórico de 180 grados, como se detalla en el escrito de la “Historia del Reino de Quito” hecha por el padre Juan de Velasco y en el “Resumen de la historia del Ecuador” realizada por el doctor Pedro Fermín Cevallos (Herrera, 1974). Su arte, sus historias; conocidas más como fábulas en su tiempo, se regían a una ‘pre’ llegada de sus conquistadores. Aunque ‘incultos’ para muchos, la particularidad que los destacaba sin duda era su inmenso ingenio, se reducían a adorar al Sol y la Luna, y en torno a ellos se basa todo. (Velasco,1978, p.264).

La palabra cultura tiene por su compresión varias interpretaciones, si bien a nivel Latinoamérica la terminología ha ido variando, el arte ha logrado relacionarse directamente con él, llegando a una mejor comprensión de esta tan cautivadora palabra, Herrera (2006):
El arte al igual que las relaciones económicas, políticas y los adelantos científicos se manifiestan en la cultura e implican una noción de identidad que a través de su incidencia en el comportamiento social distinguen a una población en particular en un periodo de tiempo específico (p.394).

Es de esta manera en que la cultura llega a pesar de ser en gran parte colonizado e impregnado por ciertos cambios ideológicos, se crean definiciones de esta palabra, en base a los países dominantes. Es allí donde Adorno menciona como irremediablemente la cultura tiende a industrializarse, globalizarse e incluso modernizarse (cómo pasa actualmente). Para Adorno la técnica de industria ha llevado a estandarizar y producir en serie, ha caído en el bajo mundo del consumismo y la estructura social (Adorno, 1944, p.166).

Pero existen otros criterios referentes a la palabra cultura.
Geertz afirma:
La cultura se comprende mejor no como complejos de esquemas concretos de conducta –costumbres, usanzas, tradiciones, conjuntos de hábitos -planes, recetas, fórmulas, reglas, instrucciones (lo que los ingenieros de computación llaman “programas”) que gobiernan la conducta, el concepto de cultura que propugno (…) Es esencialmente un concepto semiótico, creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido; considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, como una ciencia interpretativa en busca de significaciones (Geertz, 1966, p. 2).

Sincretismo
Para detallar la mayor parte de este ensayo, es imprescindible explicar la definición de ‘sincretismo’, el sincretismo dicho en palabras de la RAE (Real Academia Española) no es más que la mezcla armónica de una o más corrientes de pensamientos o ideas opuestas. En Ecuador, esté sincretismo se ve reflejado en la mezcla entre la cultura española y la cultura inca. Esta convergencia y divergencia cultural se ven visiblemente en la sociedad ecuatoriana. Pero, como lo menciona Camilo Restrepo en su libro sobre “Globalización Cultura Identidad” de 2017, este se remonta a la adicción de nuestra cotidianidad, no solo por la llegada de los españoles sino también la participación de otras culturas:
Bastaría recordar que en la conformación cultural ecuatoriana intervienen muchos pueblos ancestrales y culturas indígenas, la presencia española, las inmigraciones árabes, las del pueblo vasco, la presencia de los judíos sefardí, la diáspora africana, etc., y más recientemente la presencia de asiáticos, gitanos y de otras nacionalidades (Restrepo, 2017, p.48).

Uno de los pilares fundamentales para este ensayo, es la incidencia de esta variación en nuestra cultura reflejada como bien se menciona, no solo en el lenguaje, la gastronomía, las costumbres, instituciones u otras, sino en el arte, el conocido ‘arte barroco’.

Este arte barroco o ‘ethos barroco’, es compartido entre otros pueblos de nuestra región. Se expone como la conciencia desdichada, la estética del miedo y del dolor, ese temor al vacío y la llenura, “se trata -sin duda- de nuestra mejor riqueza” (Restrepo, 2017, p.49).

Para tener una visión más clara del concepto, Cruz (2016) lo define como:
“El arte barroco es un fenómeno complejo, de índole social, político y religioso; es la continuación del manierismo italiano que prevalecerá en la primera mitad del s. XVI. Este estilo expresa un mundo en movimiento y agitación de los sentidos, con una tendencia a la exageración y ostentación” (p.16).

Esta diversidad tan fascinante que más de un extranjero a llegado a apreciar de nuestro Ecuador, es aquello que da paso a la interculturalidad, el reconocimiento y aceptación de los diferentes. Antes, se creía que todos debían pertenecer a un solo movimiento o creencia cultural universal, pero con el paso de los años, esta ilusión ha sido eje principal de análisis y teóricas críticas que nos llevan a un mundo encantador, donde se puede ponderar la riqueza y diversidad. Ser partícipes y ser quienes jamás olvidarán la diversidad cultural que existe es nuestro país. Un país multicultural, en donde varios autores plantean que se debe regir por cuatro principios: la inclusión, la participación, la compensación y el diálogo (Restrepo, 2017, p.56)

Ahora bien, si entendemos desde este punto la relación que históricamente ha llevado a poder mencionar la palabra cultura dentro de nuestro bagaje cultural, debemos entender de buena fuente que, además, estas ideas que surgieron en la época han fortalecido a la cultura ecuatoriana, sin embargo, hay otro término más por establecer, ¿a qué nos referimos con hibridismo cultural?

Hibridismo
Néstor Canclini acuñó el término de “culturas Híbridas” y en su contexto, se determina híbrido a aquello que viene principalmente de la biología donde se identifica particularmente a un individuo como la mezcla de dos de distinta naturaleza, siendo concretos, se refiere a la cruza de seres vivos de distintas especies, lo cual en palabras del autor se denominó ‘hibridez’ (Herrera, 2006, p. 40).

Además, este autor explicó la diferenciación que existe entre el “mestizaje” y “sincretismo”, el comenta: “el conjunto de procesos donde se elabora la significación de las estructuras sociales, se lo reproduce y transforma mediante operaciones simbólicas” (Canclini, 1989, p.25). Para él, el análisis de hibridismo cultural se ve fuertemente visualizado en Latinoamérica. Siguiendo la línea de pensamiento de Canclini, la composición de hibridismo es donde hay la existencia de cruces de las herencias indígenas y coloniales con el arte contemporáneo y las culturas electrónicas (Canclini,1990, p.16).

El análisis de estas se ven enlazadas en la historia del arte y la literatura. Nace de allí el concepto de manejar el término ‘culto’, donde se eludían de cultos a personas que manejaban contenido del mundo moderno. Sin embargo, en otra distinción se encontraban el folclor, prácticas tradicionales y demás, que se denominaron como ‘popular’ (Canclini, 1990, p.16). Esta práctica tuvo también auge en Quito, desde la colonización y su irremediable cambio cultural, los incas se consideraron una clase netamente trabajadora que a pesar de su aportación cultural no tuvo relevancia hasta la llegada de investigaciones socio-culturales donde se pudo determinar su aportación real.

El arte popular ecuatoriano compone este hibridismo que va desde la pintura, lo artístico, lo artesanal, la danza, entre otros. Para ser más detallados con los ejemplos de esta mezcla podemos ver actualmente las distintas formas y usos del color que se han conservado durante siglos en textiles, cerámicas, medicina, vestimenta o juguetes.  La producción, distribución y consumo de este arte popular se adecuaban si bien al mercado extranjero (españoles), pero estos debían por ley llevar ese toque de manifestación popular.

Modernismo
En la época del modernismo y su llegada al Ecuador, la modernización de artesanos y demás artistas populares sufrieron un sesgo y discriminación de su trabajo. Durante los años veinte y la modernidad, Puente (2013) asegura: “los intelectuales y artistas de   Latinoamérica, han disertado sobre la segregación y el eurocentrismo en perjuicio de las periferias, el arte oficial se ha nutrido del realismo social adquiriendo diferentes denominaciones (ancestralismo, indigenismo, realismo social, precolombinismo)” (p.70).

En sí, el crecimiento y apropiación del arte popular, simboliza la creación artística de la (música, pintura, teatro, literatura y otros), se enfoca básicamente en resaltar las manifestaciones de fiestas folclóricas, ferias e instituciones culturales (museos, casas y centros culturales), estas se ven rápidamente ligadas a las industrias culturales (Puente, 2013, pp. 80-81). Para comprender mejor sobre industrias culturales, es necesario tomar las palabras de Adorno y Horkheimer, quienes en sus varios análisis mantienen una perspectiva sobre la producción en las industrias culturales. Para ellos, “la industrialización de la cultura está vinculada a la reproductibilidad del arte popular e inclusive del arte culto, siendo una herramienta de integración al sistema capitalista” (Horkheimer & Adorno, 1967, p.16)

A media que la cultura ha tenido que recorrer todas estas teóricas criticas del conocimiento en cuanto a la sociedad, su entorno y sus representaciones culturales, incluso en pleno siglo XXI, la cultura y la sociedad se encuentra inevitablemente en un cambio, quizás el más impactante que en el de siglos pasados. Pero en aquellos años, tenemos mucho por analizar, mucho por disgregar y compactar para crear líneas de tiempo o cronologías que ayuden a visualizar como las personas interactúan con dichos cambios.

Quito, sus alrededores y especialmente en el centro de la ciudad, tiene una extensa línea de investigación, sus edificaciones nos demuestran la historia, el cambio y por sobre todo el desarrollo social y cultural que ha logrado establecerse en la capital. El tan llamado patrimonio cultural se mantiene ahora resguardado por el Estado y en él podemos gozar de la dicha de ser parte de este sincretismo cultural, las fuerzas armónicas culturales que unen para aflorar lo que hoy podemos apreciar como nuestra. El autor ecuatoriano, Claudio Malo Gonzáles también analiza y reflexiona acerca de esta problemática, en cuanto a la resignificación del arte popular quiteño y nos comenta:

“Hablar de cultura popular hace unas décadas, habría sido un contrasentido similar a hablar de un círculo cuadrado o granizo tostado. Quienes controlaron el poder político y económico luego de la independencia, aceptaron casi como 12 dogma de fe e impusieron a través de mecanismos de control que dominaban, que el arte, en sus expresiones musical, plástica, literaria o arquitectónica se identificaban con las manifestaciones europeas” (Gonzáles, 2006, p.67).

Es importante destacar que antes de la toda la ola modernista en Quito, las escuelas que se encargaban de enseñar a desarrollar el arte y afines, fue la iglesia, con ella la evangelización. No es un secreto que en base a esta religión se ha formado gran parte de nuestra cultura. Quito mantuvo en los siglos XVII y XVIII el auge y representación del arte barroco, matriz integradora del arte sincrético.

En un estudio encontrado sobre sincretismo existente en los lugares más conocidos de Quito, resalta la influencia de artistas dentro del mundo católico quienes educaron a los jesuitas. De esta relación de subordinación e intercambio, nació la formación de una cultura criolla, que con el tiempo como menciona Fernández & Costales (2007), “desembocaron en el nacimiento de las comunidades naciones en Hispanoamérica”. (p. 17).

De esta manera, podemos encontrar este hibridismo en varios aspectos culturales antes mencionados, pero por sobre todo en las calles del Centro de Quito, desde sus edificaciones con arte barroco y contemporáneo; la iglesia La Compañía (la cual expone de mejor manera la sincrética cultural, por su composición), así como los museos y parques. Los jesuitas como se describió fueron quienes se influenciaron principalmente las nuevas ideologías y convenciones culturales, increparon en la creación de las nuevas técnicas, materiales y grabados que a pesar de esta dominación extranjera aun se puede identificar como una representación de lo ‘indígena’. Moreno sintetiza (2008):
“En definitiva, las realizaciones arquitectónicas quiteñas se concretaron a partir de una óptica europea, que se plasmó con mano de obra local y se adaptó sabiamente a las circunstancias sociales y naturales del medio; en definitiva, se produjo una arquitectura apropiada” (p.18).

A partir de esto, podemos observar que, en las puntas de iglesias, en sus paredes y en balcones tienen una distinción de esta migración cultural. El arte de la ‘Real Audiencia de Quito’ se ha incorporado durante años, de elementos clásicos, renacentistas, barrocos y neoclásicos, todos en un mismo lugar creando esta deslumbrante característica de sincretismo cultural (Cruz, 2016, 24). 

Actualmente, podemos concluir que el centro de Quito no solo ha sufrido desde su raíz un cambio cultural y un mestizaje muy amplio, sino que, tras la llegada de nuevas composiciones en la definición de arte y cultura, y sobre todo de una influencia de una cultura globalizada, las costumbres se han ido transformando, se puede apreciar en anuncios con anglicismo u otros.
Es cuestión de tiempo quizás, para ver cómo el rescate de estas obras culturales se vaya perdiendo en la gran industria cultural, aquello que Adorno tanto temía perder. Así mencionan en sus líneas de análisis, Horkheimer & Adorno, (1967):
“En nuestros bosquejos, se hablaba de cultura de masas. Hemos abandonado esta última para reemplazarla por la de industria cultural, con el objeto de excluir en primer lugar la interpretación que gusta a los abogados de la cultura de masas; éstos pretenden en efecto que se trata de algo así como una cultura que surge instantáneamente de las propias masas, en suma, de la forma actual del arte popular”. (p.16).

Quizás el mínimo valor de nuestra cultura popular se convierta en una gota más dentro de la ola de la globalización y la tecnología que se envuelve cada vez más a pasos agigantados dentro de la cultura y sus expresiones.  

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